Relectura y breve comentario del profeta Eliseo
2 Reyes 2-13
Solo me cabe sorpresa y admiración ante un hombre de la talla de Eliseo. Mientras cuida el ganado de su padre, pasa Elías y lo llama. Eliseo no lo duda un instante. Va a casa y prepara una comida (una ofrenda de paz) y se despide de los suyos. A partir de ahí no se despega de su maestro, de su padre como él lo llama. A causa de ese apego y esa obediencia, recibirá lo que pida.
El pide “una doble porción de tu espíritu”. Muchas interpretaciones se dan a esta expresión. Creo que esta pidiendo confirmación a su ministerio como sucesor del profeta.
Estamos en una época en que Israel -el reino del norte-, no se decide del todo a abrazar a Yahvéh como Ha-Elohim (Yahvéh el único Dios). El pueblo tiene una mezcla de creencias y practicas religiosas. Los reyes, que debían encabezar la identidad de pueblo de Dios hacen (con honrosas y tímidas excepciones) todo lo contrario. Las guerras, las rebeliones, las intrigas, los asesinatos políticos, las masacres, las sequias y hambrunas se han vuelto cotidianas y permanentes.
En este ambiente de idolatría e impiedad colectiva, hay “siete mil rodillas que no se han doblado ante baal ni lo han besado”. Los grupos de profetas (nebiim) representan por tanto, al minoritario pueblo de Yahvéh y Eliseo cobra relevancia. Es el sucesor de Elías.
El profeta es famoso, pero, excepto lo que viste y un bordón no posee nada, y a diferencia de su maestro que amaba la soledad, él va por todo Israel. El pueblo y los monarcas unos lo odian y le temen, otros lo respetan pero se mantienen distantes de él.
Pero con el pueblo es bueno y amable. Su comunidad de profetas a veces lo sigue y lo sirven de buena gana. Es generoso con una mujer viuda llena de deudas. Cambia la vida de otra mujer sin hijos y esposo muy anciano. “La mancha de Eliseo” y la cual se enfatiza al hablar de él, es cuando maldice a un grupo de muchachos que se burlan por ser calvo. Habrá que situar bien este episodio.
Ocurre en Bet-el el santuario pagano de Israel. Bet-el es el sitio donde Israel decidió apostatar de Yahveh y seguir a los falsos dioses. Y Eliseo va hasta allá para “que se sepa que en Israel hay profeta”. Generalmente al referir este episodio se piensa en inocentes niñitos de cinco u ocho años que solo juegan y no saben lo que hacen. Pero el texto dice “muchachos”, jóvenes que ya disciernen entre el bien y el mal, jóvenes que reconocieron al profeta, que no quieren perturbaciones en el modo de vida que han elegido, lejos de su identidad, sin Yahvéh; y se burlan de él. Le gritan: “sube calvo, sube calvo” es decir, ¡tú también calvo sube al cielo no nos molestes!.
Bendecir o maldecir es potestad solo de aquellos que tienen bajo su responsabilidad a otros, y Eliseo es llamado “padre de Israel”. Dios le ha confiado a Israel. El es responsable de ese pueblo. Y Eliseo los maldice. Maldice a un grupo de muchachos perturbados por el pecado y la idolatría. Su acto es una advertencia de lo que viene sobre Israel por su insistencia de echar a Yahvéh de su vida.
Contrasta con el episodio de los sirios que van en su busca. Imagínense este suceso. Un hombre sencillo, guiando de la mano a todo un destacamento de bravos soldados. Los lleva hasta el centro de la ciudad de Samaria, donde pide a Dios les sea devuelta la vista. El rey pregunta si debe matarlos y contesta que no. “Porque no somos asesinos”. Ordena darles de comer y devolverlos a su amo. Los enemigos comen juntos, es un acto de paz y reconciliación.
Eliseo es alguien que no persigue fama, poder, ni riqueza. Cualidades estas ya representadas por los falsos dioses que adoraba Israel. Tampoco es un líder religioso que mantiene cautivos a los fieles adorándolo. Vive en el mundo viendo a Dios. Ve a Dios sin ausentarse del mundo. Con toda naturalidad sabe que “son más los que están con nosotros que los que están con ellos”. Purifica el agua para sanar la tierra, purifica también los alimentos envenenados. Recupera los instrumentos de trabajo. La comida que le ofrecen, la dona a los otros y se multiplica y hasta sobra. Extiende la gracia al extranjero enemigo y leproso. Indica al rey por donde ir y librarse del poder de los enemigos. Castiga al siervo ambicioso lleno de codicia. Y nunca se le ve en ritos extraños o cultos mistéricos. Quiere mostrar a la gente que ellos son de Yahvéh, que El nunca los ha dejado, pero el pueblo no se arrepiente ni se convierte.
Eliseo muere y el texto no consigna que el pueblo le guardó luto y le lloró por cuarenta días como era de esperarse. Al contrario, pienso, respiran aliviados. Ha desaparecido el hombre santo, fiel servidor de Yahveh Ha Elohim. Los reyes de Israel, Judá, Siria, Edom y los demás estarán tranquilos, ya nadie se interpondrá en sus perversos planes. Es sepultado, y cuando un fallecido es echado en su tumba, éste revive. Es como la última profecía de Eliseo. El pueblo muerto resurgirá por el amor y poder de Yahvéh.
Finale. El mundo necesita a la comunidad de profetas, es decir, a aquellos santos que nunca doblarán su rodilla ante baal ni lo besarán. Aquellos profetas de vida sencilla que anuncien que en Cristo el Reino de Dios ya ha llegado y que denuncien a su vez toda clase de impiedad e injusticia. Profetas que anuncian que “hay otro Rey, Jesús” y no cooperen con los violentos y asesinos. Una comunidad de amor, fraternal, donde todos se hacen responsables los unos de los otros y no se niegan al llamamiento.
Eliseo fue tan solo un anticipo, una sombra, de lo que llegó con Jesús y que nada debe impedirnos disfrutarlo. No es tiempo “… de recibir dinero, ropa, olivares, viñedos, ovejas, bueyes y criados”. La fama, el poder, la riqueza, la educación elitista, el acopio de conocimiento humano, la religión que pretende cautivar a Dios en sus teologías dogmáticas, harían de Jesús un ídolo, pero no Dios, ni salvador, ni libertador.
Los creyentes en Yahveh Ha-Elohim seguimos siendo llamados a vivir en el mundo viendo a Dios, y ver a Dios sin ausentarnos del mundo.
Victor Pedroza Cruz. Agosto
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