miércoles, 6 de septiembre de 2023

 LA DIGNIDAD DEL SIERVO DE DIOS / Samuel Escobar.

1 Tesalonicenses 5:12-14


Tomado de (Escobar, S., (2006). La Palabra: Vida de la Iglesia., USA: Editorial Mundo Hispano)




Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor y os amonestan. Tenedlos en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros. También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos.


El pueblo evangélico crece rápidamente en el mundo de habla hispana. Crece en América Latina y entre los hispanos de Estados Unidos de América, y crece también, aunque no al mismo ritmo, en España. Con ello nos regocijamos todos los que creemos en el mandato evangelizador del Señor Jesucristo. Sin embargo, este mismo crecimiento está trayendo desafíos nuevos a las iglesias. Uno de ellos es el problema pastoral, que en algunos casos se ha vuelto crítico. Por una parte, cada día hacen falta más pastores preparados que puedan dedicarse de lleno al cuidado pastoral de las congregaciones. Por otra parte, la crisis económica creciente de algunos países hace que cada vez parezca más difícil sostener adecuadamente a los pastores y servidores de la Palabra, de manera que lleven una vida digna, sin angustias económicas que dificulten su ministerio.


El problema proviene en parte porque no se ha dado adecuada enseñanza en las iglesias acerca de la mayordomía, es decir de la responsabilidad económica que conlleva la vida del discípulo de Cristo, que es más que la tradicional "limosna" de la cultura católica. Proviene también del hecho de que no se ha comprendido bien un principio que nos parece muy claro en el Nuevo Testamento: el principio de la dignidad del siervo de Dios.


Reconocer el trabajo de los pastores

La primera nota que destaca en 1 Tesalonicenses 5:12-14 es el tono apostólico y pastoral con que se introduce el tema. "Os rogamos, hermanos", no tiene el tono admonitorio de exigencia o amenaza, sino el de una súplica fraterna. No está escribiendo Pablo como uno de esos obispos o superintendentes que hacen pesar sobre sus oyentes o lectores la respetabilidad de su cargo. Es un ruego que apela al afecto fraternal, y que nos demuestra la calidad de relación entre el pastor y su congregación. Como se recordará ésta es una de las primeras epístolas de Pablo, dirigida a una congregación que él había fundado (Hech. 17:1-15), y posiblemente escrita pocos meses después de su fundación. En la primera parte de la epístola Pablo describe lo que ha sido su práctica apostólica, un ministerio basado en el afecto profundo, la integridad, la ausencia de espíritu de lucro, y el trabajo esforzado (2:5-9).


Reconocimiento y estima

En la porción que estamos considerando se pide a los tesalonicenses dos cosas: que "reconozcan" (v. 12) a los que trabajan entre ellos, y que los tengan en "mucha estima" (v. 13). En la idea de "reconocimiento" está la nota de aceptación del papel de los dirigentes en la congregación, los que "os presiden", y sometimiento a su liderazgo. Más aún, ese reconocimiento ha de darse inclusive cuando ese liderazgo consiste en el consejo admonitorio o correctivo: "os amonestan". Pero además del reconocimiento tiene que haber "mucha estima y amor". Estas palabras del v. 13 tienen por un lado la idea de agape, ese afecto entrañable e intencional, característico de la comunidad cristiana, y por otro lado la calificación adverbial con la raíz hiper, la idea de "sobreabundante". Con tal reconocimiento y estima han de tratar los creyentes a sus pastores.


Para mí esto significa que el pastor no es un asalariado al cual se trata como a un empleado. En algunas iglesias se ha entendido mal el papel congregacional, y nos encontramos pastores que viven atemorizados o intimidados por su junta de diáconos, o comisión pastoral, precisamente porque quienes forman esos cuerpos creen que su papel es vigilar, controlar y coartar al pastor. A veces se ha reaccionado contra la figura del pastor dominante o despótico, y se ha ido al extremo opuesto. Hemos visto gente de iglesia que al sentirse frustrada o maltratada por su patrón en su empleo, entonces descarga sus frustraciones en la iglesia, donde el pastor viene a ser "su empleado". Esta invitación de Pablo apunta en la dirección de un reconocimiento y una estima que son la base de la relación entre pastor y congregación.


Mi observación y mi práctica en países muy diferentes es que las iglesias vigorosas y maduras son aquellas en las cuales hay una relación de mutuo afecto y comprensión entre el pastor, o los pastores, y la congregación. Aquí hace falta una aclaración, recordando lo que ya hemos dicho sobre el estilo pastoral al cual Pablo hace referencia en el capítulo 2 de esta epístola. Ciertos estrategas de "Iglecrecimiento" se equivocan cuando nos quieren imponer como modelo a los pastores dominantes y autoritarios según el modelo de ciertas iglesias. Se suele decir que está demostrado que las iglesias grandes son las que tienen este tipo de pastor, un caudillo que hace y deshace en la vida de las personas. Esa puede ser una observación pragmática o sociológica, pero no es el principio bíblico.


En nuestro trabajo pastoral hemos tenido que atender a muchos jóvenes lastimados por los excesos de un tipo de pastoral tiránica y abusiva. ¿Qué se puede pensar de iglesias gigantescas con pastores que han llegado al punto de tener que andar con guardaespaldas? Es precisamente en reacción contra ese clericalismo, ese modelo de sacerdote omnipotente, que algunos se han ido al otro extremo del pastor considerado como pobre asalariado, que no puede tomar iniciativas ni llevar su propio rumbo ministerial conforme a la dirección del Señor. Ante estas dos aberraciones extremas, el modelo sentado por Pablo es el de una relación de reconocimiento, amor y estima mutuos.


La base del aprecio y la estima

El otro lado de la moneda es que según este pasaje la razón para el reconocimiento y la estima es el trabajo del pastor y su función de liderazgo, y también de amonestación. El vocabulario utilizado por Pablo en el original griego del texto contiene la palabra kopiontas, que hace referencia a un trabajo arduo y fatigoso. En otros pasajes de la Epístola, Pablo ha hecho referencia a su propio estilo de trabajo: "os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo, trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios" (1 Tes. 2:9). El reconocimiento no se basa en el cargo o el título, se basa en el trabajo. El pastor no es reconocido o tenido en mucha estima por la posición honorífica que ostenta, o por el cuello clerical que luce. La base de la estima es la obra, el trabajo. En este caso Pablo incluye en ese trabajo todas las tareas involucradas en los dos términos: "presidir", y "amonestar". La Versión Latinoamericana se acerca bien al sentido del original cuando traduce así el v. 12: "Hermanos, les rogamos que se muestren agradecidos con los que se afanan por ustedes, para dirigirlos y aconsejarlos en las cosas del Señor".


Resumiendo lo que hasta aquí hemos dicho, Pablo exhorta a que en la iglesia haya una relación cálida y fraterna entre los pastores y los creyentes, basada en el trabajo esforzado y disciplinado de los pastores y en la actitud de reconocimiento y alta estima por parte de los creyentes. Me parece que sólo sobre una base así, de una relación madura en Cristo, se puede pasar a hablar del sostenimiento económico de los pastores por parte de la congregación. Estos son los términos en los cuales planteo la "dignidad del siervo de Dios", que me parece urgente recuperar en el mundo de habla hispana. Se trata de algo muy diferente a las relaciones "patrón-obrero" según el modelo de los clásicos patrones tipo señor feudal de nuestras clases dominantes, o del sindicalismo populista impuesto por quienes dicen representar a la clase obrera. Se trata de  un modelo diferente, porque se parte de una relación diferente basada en la lealtad común a Jesús el Rey-Siervo.


Es posible decir que en estos versículos Pablo se está dirigiendo a líderes que no percibían remuneración económica por su trabajo en la iglesia, ya que la Epístola no hace referencia a ello. Sin embargo, me parece que la calidad de la relación a la cual Pablo hace referencia aparece también como el ideal neotestamentario en pasajes como 1 Pedro 5:1-4; Juan 15:11-17 y 1 Timoteo 4:12-16. Es sobre la base de una relación como esta que puede aplicarse luego el principio de la dignidad del siervo de Dios en relación con su salario, tal como aparece en 1 Timoteo 5:18: "Digno es el obrero de su salario". En mi trabajo con obreros cristianos jóvenes he insistido en la necesidad de una vida disciplinada. El hecho de no tener que marcar tarjetas ni tener horas de entrada y salida hace que algunos obreros cristianos se descuiden en el uso del tiempo, y que no pongan en su trabajo en la obra del Señor la disciplina y dedicación que estarían obligados a poner para sobrevivir en un trabajo secular. Cuando los miembros de mi iglesia que salen a trabajar a las seis de la mañana y luego de un día largo de labor vienen al estudio bíblico y se dan cuenta de que no me he preparado, y me escuchan contar las incidencias del partido de fútbol o la novela que he estado viendo en la televisión, tienen derecho a cuestionar que yo como obrero sea digno de mi salario.


No hay clericalismo en la tarea pastoral 

Complemento importante de la sección que hemos descrito en los vv. 12 y 13, lo constituyen los versículos que siguen en la Epístola, y que describen los desafíos pastorales que se presentaban en el seno de la iglesia de entonces: los ociosos, los de poco ánimo, los débiles y la totalidad de la congregación. Al igual que la sección anterior, esta va dirigida a todos los creyentes de Tesalónica, porque en el v. 14 se repite la expresión del v. 12 "os rogamos, hermanos...". Reflexionemos en el significado de este hecho. Si bien "los que trabajan" (v. 12) ejercen una medida especial de responsabilidad, guiando a la iglesia y cuidando de ella, al mismo tiempo las tareas pastorales se reparten entre todos, porque aquí el Apóstol las asigna a todos los receptores de la carta. A ellos, los hermanos, y en plural, se les pide que "amonesten... alienten... sostengan... sean pacientes" (v. 14).


En la situación actual del mundo de habla hispana, se han multiplicado los problemas pastorales. La vida urbana, la secularización y la presión económica determinan que haya un número creciente de crisis familiares, dolencias mentales y emocionales, depresiones e inestabilidad. La solución no va a venir simplemente de un aumento en el número de pastores bien preparados y sostenidos con dignidad. Lo que se está empezando a ver es la necesidad de movilizar a toda la congregación para practicar el pastoreo mutuo, según el estilo paulino aquí descrito. Ese estilo participativo y congregacional se perdió con el clericalismo creciente impuesto por la romanización de la iglesia. La Reforma del siglo XVI redescubrió el sacerdocio universal de los creyentes, y como fue un movimiento de despertar espiritual, creó congregaciones vivas en las cuales se practicaba dicho sacerdocio. Cuando el protestantismo cayó a su vez en formas nuevas de clericalismo, el avivamiento pietista y el metodismo volvieron a practicar el pastoreo mutuo en pequeños grupos de estudio bíblico y oración.


Tal es el modelo que hace falta redescubrir en el mundo de habla hispana de hoy. Las iglesias que crecen en forma rápida y espontánea han logrado movilizar a todos los creyentes, pastores y laicos, para la evangelización. Ha llegado la hora de conseguir la misma movilización general para el discipulado y el pastoreo mutuo, a fin de que las iglesias no sean sólo monstruosas acumulaciones numéricas, tan despersonalizantes como las acumulaciones de los estadios o los trenes subterráneos. Se trata de que las iglesias lleguen a ser comunidades en las cuales se crece armónicamente como crece todo el cuerpo, según el paradigma paulino de Efesios 4:15, 16. Para que esto suceda, hacen falta pastores sostenidos dignamente, que cuentan con el respeto de su congregación, que pueden con tranquilidad y buena conciencia trabajar en la planificación de su ministerio. De esa manera no serán pastores-orquesta, tratando siempre de demostrar qué ocupados están, por temor a que se los considere indignos de su salario. Serán más bien movilizadores de sus congregaciones, en el poder del Espíritu Santo, dando la bienvenida a las iniciativas de los laicos, organizando los recursos que la Iglesia de Dios tiene para responder al llamado misionero del momento.

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