miércoles, 16 de marzo de 2016

La Función de la Mujer en el Ministerio






APÉNDICE      16
La Función de la Mujer en el Ministerio
Dr. Don L. Davls
Si bien es cierto que Dios ha establecido un orden claramente diseñado dentro del hogar, es igualmente claro que las mujeres son llamadas y dotadas por Dios, dirigidas por su Espíritu para dar fruto digno de su llamamiento en Cristo. A través del NT, las mujeres tienen el mandamiento de someterse, para lo cual se usa el verbo griegojupofcísso, que con frecuencia significa "colocarse bajo" o "someterse" (cf. 1 Ti. 2.11). La palabra traducida al español como "sujeción" proviene de la misma raíz. En tales contextos, estas expresiones griegas no deben entenderse en ninguna otra forma que como una positiva enseñanza acerca del diseño de Dios para el hogar, donde las mujeres son exhortadas a aprender en silencio y sumisamente, confiando y obrando dentro del propio plan de Dios.
Sin embargo, esta orden de que la mujer debe sujetarse en el hogar, no debe ser interpretada como que a las mujeres no se les permite ejercer sus dones bajo la dirección del Espíritu. Ciertamente, es el Espíritu Santo por medio de la gracia de Cristo quien asigna los dones según su voluntad para la edificación de la iglesia (1 Co. 12.1-27; Ef. 4.1-16). Los dones no son otorgados a los creyentes según su género; en otras palabras, no hay indicios en las Escrituras que algunos dones son solamente para los varones y otros reservados para las mujeres. Al contrario, Pablo afirma que Cristo proveyó dones como resultado directo de su victoria personal sobre el diablo y sus secuaces (cf. Ef. 4.6ss.). Esa fue su decisión personal, darlos por su Espíritu a quien Él lo desee (cf. 1 Co. 12.1-11). En cuanto al ministerio de las mujeres, afirmamos el derecho del Espíritu de ser creativo en cuanto a todos los santos para el bienestar de todos y la expansión de su Reino, según le parezca a Él, y no necesariamente como lo determinemos nosotros (Ro. 12.4-8; 1 P. 4.10-11).
Además, un cuidadoso estudio de la totalidad de las Escrituras, indica que la orden de Dios para el hogar de ninguna manera debilita su intención de que el hombre y la mujer sirvan juntos a Cristo como discípulos y obreros, bajo la dirección de Cristo. La clara enseñanza del NT de Cristo como cabeza del hombre, y el hombre de la mujer (véase 1 Co. 11.4) muestra el aprecio de Dios hacia una representación espiritual piadosa dentro del hogar. La aparente prohibición de que la mujer ocupe una posición de enseñanza/dominio parece ser una amonestación para proteger los parámetros diseñados por Dios de responsabilidad y autoridad dentro del hogar. Por ejemplo, el particular término griego en el muy debatido pasaje de 1 Ti. 2.12, andrós, que con frecuencia ha sido


traducido "hombre," también puede ser traducido "esposo". Con tal traducción, entonces, la enseñanza sería que una esposa no debe tener dominio sobre su esposo.
La doctrina que la mujer que se casa voluntariamente se predispone a someterse o "estar bajo" su esposo, está en total acuerdo con el punto esencial de la enseñanza del NT sobre la función de la autoridad en el hogar cristiano. La palabra gúegujupotásso, que significa "estar bajo de" se refiere a la voluntaria sumisión de una esposa a su esposo (cf. Ef. 5.22, 23; Col. 3.18; Tito 2.5; 1 P. 3.1). Esto no tiene nada que ver con la suposición de una condición o capacidad superior del esposo; más bien, se refiere a su rol como dirigente, a la autoridad que le es dada para confortación, protección y cuidado, no para destrucción o dominio (cf. Gen. 2.15-17; 3.16; 1 Co. 11.3). Ciertamente, la cuestión de ser la cabeza es interpretada a la luz de Cristo como cabeza de la iglesia, y significa la clase de jefatura piadosa que debe ser exhibida, en el sentido de un incansable cuidado, servicio y protección que se requiere de todo liderazgo piadoso.
Por supuesto, la amonestación a una esposa de someterse a un esposo de ninguna manera impediría que las mujeres participaran en un ministerio de enseñanza (por ej., Tito 2.4), sino más bien que en el caso particular de las mujeres casadas, significa que sus propios ministerios estarían bajo la protección y dirección de sus respectivos esposos (Hechos 18.26). Esto confirmaría que el ministerio de una mujer casada en la iglesia sería el de servir bajo la protectora vigilancia de su esposo, no debido a alguna noción de capacidad inferior o espiritualidad defectuosa, sino para, como un comentarista lo ha dicho, "evitar confusión y mantener el orden correcto" (cf. 1 Co. 14.40).
Tanto en Corinto como en Efeso (que representan los cuestionados comentarios epistolares en 1 Corintios y 1 Timoteo), parece que la restricción de Pablo acerca de la participación de las mujeres fue causada por sucesos ocasionales, asuntos que se desarrollaron particularmente en esos contextos, y por lo tanto, se supone que deben ser entendidos bajo esa luz. Por ejemplo, el caso de los muy debatidos textos sobre el "silencio" de la mujer en la iglesia (ver 1 Co. 14 y 1 Ti. 2) en ninguna manera parecen debilitar la prominente función que las mujeres tuvieron en la expansión del Reino y el desarrollo de la iglesia en el primer siglo. Las mujeres estaban involucradas en los ministerios de profecía y oración (1 Co. 11.5), instrucción personal (Hechos 18.26), enseñanza (Tito 2.4,5), dando testimonio (Juan 4.28,29), ofreciendo hospitalidad (Hechos 12.12) y sirviendo como colaboradoras con los apóstoles en la causa del evangelio (Fil. 4.2-3). Pablo no relegó a las mujeres a una función inferior o estado escondido, sino que sirvieron lado-a-lado con los hombres por la causa de Cristo: "Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. 3 Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en la causa del


evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida" (Fil. 4.2-3).
Aún más, debemos tener cuidado en subordinar la persona de la mujer per se (es decir, su naturaleza de mujer) versus su función subordinada en la relación matrimonial. Sin dejar a un lado la clara descripción de la función de la mujer como coheredera de la gracia de la vida en la relación matrimonial (1 Ped 3.7), también es claro que el reino de Dios ha traído un dramático cambio sobre cómo las mujeres deben ser vistas, entendidas y aceptadas en la comunidad del Reino. Es obvio que ahora, en Cristo, no hay diferencia entre el rico y el pobre, judíos y gentiles, bárbaros y escitas, siervos y libres, como tampoco entre hombres y mujeres (cf. Gal. 3.28; Col. 3.11). A las mujeres se les permitió ser discípulas de un Rabí (quien era extranjero y rechazado en el tiempo de Jesús), y tuvieron papeles prominentes en la iglesia del NT, como ser colaboradoras lado a lado con los apóstoles en el ministerio (por ej., Evodia y Síntique en Fil 4:lss), como también al tener una iglesia en sus casas (cf. Febe en Ro. 16.1-2 y Apia in Filemón 1:2).
En relación al asunto de la autoridad pastoral, personalmente estoy convencido que el entendimiento de Pablo de la función de equipar (pastores y maestros entre otros, cf. Ef. 4.9-15) nada tiene que ver con el género. En otras palabras, los textos primarios y decisivos para mí sobre la operación de los dones, su estado y la función del oficio, son los textos del NT que tratan sobre los dones (1 Co. 12.1-27; Ro. 12.4-8; 1 P. 4.10-11 y Ef. 4.9-15). No hay indicación en ninguno de estos textos formativos que los dones son de acuerdo al género. En otras palabras, para que el argumento pruebe que las mujeres nunca deberían tener funciones de naturaleza pastoral o de equipar, el argumento más simple y efectivo sería mostrar que el Espíritu simplemente nunca habría considerado darle a las mujeres un don que no fuera adecuado para el llamamientos al cual se sintieran convocadas. Las mujeres tendrían prohibido servir en el liderazgo porque el Espíritu Santo nunca les otorgaría ni el llamado ni los dones requeridos debido a que son mujeres. Algunos dones estarían reservados para los hombres, y las mujeres nunca recibirían esos dones.
Una cuidadosa lectura de esos y otros textos relacionados, no muestran tal prohibición. Parece que le corresponde al Espíritu darle a una persona, hombre o mujer, cualquier don que los capacite para cualquier ministerio que El desea que desarrollen, según su voluntad (1 Co. 12.11: "Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere"). Basándose en este punto, Terry Cornett ha escrito un magnífico ensayo teológico que muestra cómo la palabra griega del NT para "apóstol" sin


equivocación alguna se aplica a las mujeres, mostrado claramente en la interpretación del sustantivo femenino "Jimias" aplicado como "apóstol" en Romanos 16.7, como también alusiones a colaborar, por ejemplo, con las gemelas Trifena y Trifosa, quienes "colaboraron" con Pablo en el Señor (16.12).

Al creer que todo cristiano llamado por Dios, dotado por Cristo y dotado y dirigido por el Espíritu debe cumplir su función en el cuerpo, afirmamos la función de las mujeres para dirigir e instruir bajo autoridad piadosa que se someta al Espíritu Santo, a la Palabra de Dios y que esté informada por la tradición de la iglesia y el razonamiento espiritual. Debemos esperar que Dios les dé a las mujeres una dotación sobrenatural de la gracia para llevar a cabo sus órdenes a favor de Su iglesia y Su Reino. Puesto que tanto los hombres como las mujeres reflejan el Imago Dei (es decir, la imagen de Dios), y que los dos son herederos de la gracia de Dios (cf. Gen. 1.27; 5.2; Mt. 19.4; Gal. 3.28; 1 P. 3.7), se les da el alto privilegio de representar a Cristo juntos como embajadores (2 Co. 5.20), y por medio de su asociación completar nuestra obediencia a la Gran Comisión de Cristo de hacer discípulos de todas las naciones (Mt. 28.18-20).

miércoles, 2 de marzo de 2016

La pastoral de Pablo

Las imágenes que Pablo prefería usar para la tarea pastoral están en la relación de padre a hijo. A. los corintios Pablo les dijo: 'Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio" (1 Co. 4.15). Pablo se consideraba a sí mismo como el padre fundador no sólo de la iglesia en Corinto (1 Co. 4.15; 2 Co 6.13; 12.14), sino también de las iglesias en Filipos (Fil. 2.22) y Tesalónica (1 Ts. 2.11). Pablo se consideraba un líder espiritual tanto a individuos como a iglesias: durante su tiempo en prisión se había convertido en un padre para Onésimo (Filemón 10); Timoteo es "mi hijo amado y fiel en el Señor" (1 Co. 4.17: similar en Fil. 2.22; 1 Ti. 1.2, 18. 2 Ti. 1.2; 2.1); Tito también es su "verdadero hijo" (Tito 1.4). Ciertamente, Pablo podía incluso aplicarla metáfora de una madre para describir su relación con sus iglesias (1 Co. 3.1—3; Gál. 4.19; 1 Ts. 2.7). Cuando escribió a Roma y Colosas, sin embargo, iglesias que él mismo no había fundado, cuidadosamente evitó el tono paternal (por ende el pastoral).


~Gerald F. Hawthorne. Dictionary of Paul and His Letters (electronic ed.). Logos Library Systems. Downers Grove, IL: InterVarsity, 1997. p. 655.